

CAPERUCITA SE VA DE EVENTO
Imagina esto: es martes, 11,30h de la mañana, en un salón cualquiera del centro de convenciones. El aire acondicionado zumba, las butacas crujen, se escuchan más toses de la cuenta y una pantalla proyecta un powerpoint que parece interminable. Una fila de cabezas asiente con cortesía, mientras dedos ansiosos revisan los mensajes del móvil bajo la mesa. Bienvenido al territorio del lobo. No el de la fábula, no, sino el fantasma de dientes afilados que merodea por los eventos: el Aburrimiento.
Esa bestia silenciosa mata el engagement, devora presupuestos y convierte experiencias potencialmente brillantes en trámites grises. Y el asistente, sin saberlo, es Caperucita. Llega con una cesta –su tiempo, su atención, su necesidad concreta– cruzando un bosque de agendas sobrecargadas y promesas infladas. La que espera en la cabaña no es su abuela, sino esa idea clave, ese contacto decisivo, ese aprendizaje que justifique su inversión. El problema es que el sendero está plagado de ramificaciones que no llevan a ninguna parte. Ahí es donde el storytelling y el copywriting marcan la diferencia.
Olvídate de cuentos de hadas. El buen storytelling en los eventos no va de narrar epopeyas. Es un hilo conductor fresco y original que va generando un interés creciente. Es el arte de conectar de forma humana, de hacer que cada interacción tenga un porqué claro para quien está ahí, que probablemente está luchando contra el jetlag o la falta de sueño de la noche anterior.
El copywriting más efectivo no es el que te grita “¡¡Ven al evento del año!!” desde un banner de color chillón. Es el que te susurra al oído, como alguien que parece conocer bien lo que necesitas en cada momento: «¿Cansado de que tus campañas caigan en saco roto? Reserva tu sitio antes de que vuele.» Es concreto. Habla tu idioma. Mata al lobo del escepticismo antes de entrar por la puerta.
Y tampoco se trata de escribir poesías en las paredes. Es más cuestión de ir mostrando las baldosas amarillas con mensajes sugerentes que ayuden al participante a saber que se encuentra en la ruta correcta. Es el cartel motivador que, en lugar de poner «Zona de café», señala algo así como «Recarga energías: el networking de las 13h te espera». Es el título de una ponencia que abandona el genérico «Innovación sinérgica en la era digital» por un llamativo «Error 404: Tres fracasos que nos enseñaron a vender más». Es la app que te avisa: «Juan Pérez (el contacto que buscabas) acaba de entrar al taller de blockchain«. No es decoración. Es funcionalidad pura. Convertir el caos del bosque en un mapa legible para proteger la cesta – el valioso tiempo del asistente – de los ladrones de atención.
Al final, el storytelling que funciona en eventos no es el de las capas rojas brillantes y los finales felices prefabricados. Es el que reconoce que Caperucita llega cansada, con poco tiempo y mucha desconfianza. Es el que la guía sin florituras hacia lo que realmente necesita, evitando oscuras rutas. Es entender que, en un mundo saturado de ruido, lo más revolucionario es la claridad, la utilidad y algo que se echa de menos: un poco de autenticidad. El lobo del aburrimiento sigue ahí, al acecho. Pero la mejor arma contra él no es un discurso grandilocuente. Es una buena historia, bien contada, con los pies en la tierra y la vista puesta en lo que realmente importa: que Caperucita llegue a casa con la cesta llena.
