La formación, un pilar fundamental para la industria de eventos y protocolo

Para cualquier profesión hay que formarse y prepararse. Eso es sabido por todos. Pero en el ámbito de algunas empresas e instituciones de protocolo y eventos ¿por qué esta cuestión alguien la pone en duda? Sí, se plantea esta duda porque es evidente que en ocasiones la formación pasa a un segundo plano a la hora de contratar, validando en ocasiones otras cuestiones que son menos relevantes. Desgraciadamente algunos profesionales de los eventos han puesto en duda la relevancia de la formación, en una grave equivocación que el tiempo terminará por demostrar.

El sector de los eventos se ha complicado mucho en su creatividad, planificación, ejecución y resultados porque empresas e instituciones contratadoras exigen cada día más. No vale cualquier persona que solo desarrolle habilidades directivas o de comunicación, ni que tenga dotes para las relaciones públicas o institucionales, ni que domine idiomas o sepa trabajar en equipo.  Estas cuestiones se suponen que son necesarias para cualquier profesión, pero en protocolo y eventos no es suficiente.

Resulta fundamental tener una formación transversal en otros aspectos que son fundamentales para ejercer en este campo. ¿Cómo puedes generar una idea? ¿Cómo puedes estructurarla? ¿Cómo la planificas o la llevas a un proyecto? ¿Cómo planteas un presupuesto razonable? ¿Cómo garantizas la seguridad? ¿Cómo utilizas las tecnologías y la Inteligencia Artificial? ¿Cómo mides el ROI? ¿Cómo sabes que un ministro va antes que un presidente de una comunidad o al revés? ¿Cómo ordenas las banderas en un acto internacional o nacional? Cómo, cómo, cómo… Son tantas preguntas las que se pueden plantear. Y las respuestas a ellas no salen de la típica respuesta “eso ya se aprenderá”. Error grave. “Dame candidatos adaptables para trabajar y ya se adaptarán a la empresa en función de la vocación de esta”, dicen algunos. Otro error.

Formar en eventos y protocolo es importante para el sector, aunque todos somos conscientes de que un estudiante que sale con un grado en el tema necesita pasar por la segunda escuela que ofrece la empresa o la institución. Por supuesto, como en todo. Un abogado sale teóricamente preparado (o un juez, o un ingeniero, o un periodista, por citar algo), pero debe tener buena base sólida de conocimientos en la materia. Es fundamental esta cuestión. Y la experiencia docente demuestra que esto es una realidad.

Se debe hacer una llamada a los contratadores para que piensen en estas cuestiones y apoyen la formación previa, máximo cuando en España desde 2010 existe un grado universitario en Protocolo y Eventos, como el que oferta la Universidad Camilo José Cela, primera universidad en España en ponerlo en marcha hace 15 años. Salen alumnos muy bien preparados y dispuestos a adaptarse a la realidad profesional. Se puede dar fe de los exitosos estudios por el alto grado de inserción laboral que en el caso de la UCJC supera el 90 por ciento.

Es conveniente recordar el peligroso mundo de los títulos propios que ofrecen algunos centros públicos y privados, en los que no hay control alguno sobre estos estudios en los que prevalece más pagar que aprender. Títulos propios que no se reconocen en la administración, ni que los afectados pueden exigir en sus categorías profesionales. Tampoco les permite crecer profesionalmente y contra esas situaciones conviene poner coto. Personalmente he sufrido muchos casos de alumnos procedentes de títulos propios que buscan la oficialidad de forma rápida y es imposible. Debemos comprometernos a poner líneas rojas en este sentido y el sector debe ser consciente de ello en beneficio de la profesión.

El reciente acuerdo entre AEVEA y la Universidad Camilo José Cela puede ayudar mucho a racionalizar el acceso a la profesión.

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